Aprender a ser padres es sin duda la tarea mas difícil que tiene un adulto, es un aprendizaje continuo para lo que necesitaremos toda una vida, asumiendo que cometemos muchos errores y tratando de reconocerlos y modificar nuestras conductas.
A veces nos encontramos con padres que no han sabido ejercer como tales, y eso hace que en un momento determinado, cuando tienen serios problemas con sus hijos se pregunten qué es lo que han hecho mal, en qué han fallado... Es pues lógico que sientan angustia y desconcierto por enfrentarse a una realidad para la cual no están preparados y es por esto que la finalidad de esta información, es arrojar en lo posible una luz en ese túnel oscuro, en el que a veces puede convertirse la educación de los hijos y en el que muy a menudo, los padres se encuentran solos y sin orientación; la idea es proponer algunas pautas a seguir para evitar que luego sea, sino demasiado tarde (nunca es tarde para un padre) al menos mucho más difícil.
¿Se deben poner límites? ¿Cómo debo reaccionar ante mis hijos? ¿No es mejor ser un buen colega? Estas son las preguntas que a menudo nos hacemos como padres. Evidentemente esta información no será como un manual de funcionamiento, porque cada uno de sus hijos, es único e irrepetible. Sólo podremos entonces dar una serie de conductas a seguir ante circunstancias concretas, esperando que sirva de ayuda en la tarea mas difícil, pero también más hermosa: Educar a los hijos.
¿POR QUÉ SON NECESARIOS LOS LÍMITES?
- Porque las normas les ofrecen una estructura sólida para aferrarse.
- El niño ve que los padres son fuertes y consistentes y se sentirá mucho más inclinado a identificarse con ellos.
- Porque ayudan al niño a tener claros determinados criterios y son referencias constantes.
- Porque el niño debe aprender a renunciar a veces y aceptar el “NO” como respuesta; es una forma de enseñarle a enfrentar las frustraciones de la vida.
- Porque el niño aprende valores: orden, respeto, tolerancia.
Los niños necesitan que los papas les pongan límites, para que ellos puedan reconocer y respetar los límites de otras personas. De lo contrario no sabrán distinguir claramente lo que deben o no hacer, y lo que está bien o mal. Al poner límites, les protegemos de muchos de los riesgos que todos tememos, de las adicciones, alcoholismo, drogas o comportamientos delictivos, puesto que les enseñamos a cumplir unas normas, un orden y un respeto, siempre desde el afecto y la congruencia. Los límites le enseñan a organizarse y a tener buenos hábitos que serán un valor seguro para su vida.
Si esto es así ¿porqué no ponemos límites a nuestros hijos?. Los estilos educativos oscilan como tantas otras cosas como un péndulo. Nuestro estilo educativo ha ido desde una disciplina exagerada, restrictiva y represora (la letra con sangre entra) hasta el otro extremo en el que todo está permitido y donde los padres pasan a ser colegas de sus hijos. En la actualidad la educación que se basa en la autoridad nos horroriza. La palabra “disciplina” y autoridad es equiparada normalmente a las palabras castigo y represión y la evitamos por miedo a parecer unos padres anticuados y primarios. Suena a coacción y a dominio, a prohibición que no tiene nada que ver con la democracia en la que vivimos. Sin embargo la palabra autoridad se deriva del verbo latino "augere", que quiere decir ayudar a crecer y esta es en realidad, la meta de cualquier padre.
Poner límites a los niños resulta necesario, incluso para que ellos conozcan hasta dónde llegan sus alcances y su voluntad que está en constante formación.
Un niño aprende que cuando su madre o su padre dicen que no, esa decisión es inamovible. El pequeño experimentará frustración, pero debe aprender a tolerarla y convivir con ella porque las normas son precisamente las que le dan seguridad.
Los límites se deben orientar al comportamiento del niño, no a la expresión de sus sentimientos. Se le puede exigir que no haga algo, pero no se le puede pedir que no sienta rabia o que no llore. Conviene dar razones, pero no excederse en la explicación.
El límite con un perfil educativo, más que restrictivo, es el que facilitará el entendimiento del mundo para él, habilitando la capacidad de preguntarse y crecer.
Para educar de manera eficaz a nuestros hijos debemos marcar las reglas en casa con el objetivo de cumplirlas. El secreto es hacerlo de manera coherente y con firmeza. Una de las consecuencias educativas de una falta de habilidad a la hora de establecer las normas y de marcar los límites puede ser la falta de respeto.
10 consejos básicos para aplicar límites educativos
1. Objetividad: Un límite bien especificado con frases cortas y órdenes precisas suele ser claro para un niño. “Recoge los juguetes porque alguien se puede caer” es un ejemplos que puede ayudar a aumentar la relación de complicidad con tu hijo.
2. Opciones: En algunos casos, podemos darles una oportunidad para decidir como cumplir “órdenes”, lo que le permite al niño sentir una sensación de poder y control, a la vez que hace exactamente lo que queremos. “Es la hora de la merienda, ¿quieres jugo de naranja o de melocotón?”.
3. Firmeza: A veces necesitamos aplicar el límite con firmeza, no ira y debe hacerse con un tono de voz seguro y determinante, sin gritos y un gesto serio en el rostro.
4. Acentúa lo positivo: Los niños son más receptivos al “hacer” lo que se les ordena cuando reciben refuerzos positivos. En general, es mejor decirle lo que debe hacer antes de lo que no debe hacer.
5. Guarda distancias: Una buena estrategia es hacer constar la regla de una forma impersonal. Por ejemplo: “Son las 8, hora de acostarse” y enseñarle el reloj. En cambio, si le decimos “Quiero que vayas a dormir ahora mismo”, estamos creando una lucha de poder personal con nuestros hijos.
6. Explica el por qué: Cuando un niño entiende el motivo de una regla se sentirá más animado a obedecerla. Entendiendo la razón, los niños pueden desarrollar valores internos de conducta o comportamiento y crear su propia conciencia.
7. Sugiere una alternativa: Al ofrecerle alternativas, le enseñas que sus sentimientos y deseos son aceptables. Por ejemplo, puedes decir: “no te puedo dar un caramelo antes del almuerzo, pero te puedo dar un helado después”.
8. Firmeza en el cumplimiento: Rutinas y reglas importantes en la familia deberían ser efectivas día tras día, aunque estés cansado o indispuesto. Si das a tu hijo la oportunidad de dar vueltas a sus reglas, se resistirá a cumplirlas.
9. Desaprueba la conducta, no al niño: Deja claro a tus hijos que tu desaprobación está relacionada con su comportamiento y no a ellos directamente. No le digas “Tú te portas muy mal” dile, “Esa rabieta que estás haciendo, es portarse mal”.
10. Controla las emociones: No se puede enseñar acertadamente si estamos muy enojados. Delante de un mal comportamiento, lo mejor es contar un minuto con calma, y después preguntar lo que pasó.
BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA:
• Cómo hablar para que sus hijos le escuchen y cómo escuchar para que sus hijos le hablen Por A. Faber y E. Mazlish ;Editorial Medici.
• El arte de ser padres Por Miguel Ángel Conesa Ferrer; Editorial Edaf.
• Decir "no". Por Asha Phillips; Editorial Plaza y Janés.
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